Durante
más de un siglo, dos hermandades de penitencia sevillanas rememoraban
simultáneamente el gozoso misterio de la Entrada de Jesús en Jerusalén.
No piense quien esto lea en que hay error o confusión en el
título, pues tal afirmación responde a la
curiosa y poco conocida circunstancia de que en la antigüedad, y durante
más de un siglo, dos hermandades de penitencia sevillanas rememoraban
simultáneamente el gozoso misterio de la Entrada de Jesús en Jerusalén.
En la actualidad no es tan frecuente,
como en tiempos pretéritos, encontrar varias imágenes con la misma
advocación. Salvo las cuatro que llevan
el sevillanísimo nombre de Esperanza, las tres de la Soledad, las dos de la
Palma y las dos de la Gracia, no acuden, en el instante de escribir estas
líneas, a mi envejecida memoria otras destacadas coincidencias. En cuanto a las
advocaciones cristíferas la Buena Muerte
la Salud y las Penas vienen con presteza al recuerdo. Como los Jesús Nazareno
del Silencio y de la O. En misterios conmemorativos destaca los situados en el
huerto de los olivos, en el que a dos hermandades veteranas, Montesión y
Prendimiento se les ha unido, en el reciente pasado siglo, la del Beso de Judas, lo que suma hasta tres olivos procesionantes.
Pero hubo un tiempo en que
en Sevilla coincidieron dos hermandades de la Borriquita; una, la actual de la
Sagrada Entrada en Jerusalén que, en 1618, se unió a la del Cristo del Amor,
como sigue en la actualidad, y otra, la titulada, Entrada Triunfante de Nuestro
Señor Jesucristo en Jerusalén, Nuestra Señora del Desamparo y San Sebastián
mártir, emplazada en un hospital existente en el antiguo barrio de San
Sebastián, hoy desaparecido.
Este barrio lo formaba una extensa
población asentada a la orilla del Guadalquivir en su margen trianera, cerca
del lugar conocido por el nombre de Puerto Camaronero, frente a la Torre del Oro
y la confluencia del Tagarete. Limitaba al norte con el actual templo de los
Paules, en calle Pagés del Corro, esquina a Salado, y al sur con el antiguo
templo del convento de los Remedios, en la actual plaza de Cuba.
En dicho barrio, que se despobló definitivamente
hará dos siglos, a causa de los repetidos azotes de las inundaciones
desencadenadas durante el último cuarto del siglo XVIII y el primero del XIX,
existía, desde tiempo inmemorial, una Hermandad que rendía culto a San
Sebastián, y que gozó de prosperidad, pues unas huertas, un naranjal y otras tierras sembradas anejas
eran de su propiedad y mantenía hospital propio, hasta que fue, con el tempo,
reduciendo sus rentas y hubo de cerrar el hospital, dedicándose sólo al culto
de San Sebastián, por lo que decreció en gran medida el número de sus hermanos.
Un grupo
de religiosos de la orden de San
Francisco de Paula, según informa Ortiz de Zúñiga, procedentes de su convento de Écija, establecieron uno en
la collación de San Miguel, en 1612, de la que se trasladaron, en 1615, a la
capilla y hospital trianero de San Sebastián, con la complacencia de la
Hermandad que, así, pronosticaba mayores
horizontes a su vida piadosa, pues los nuevos religiosos levantaron un templo
en el que rendían culto a Nuestra Señora, bajo la advocación de la Victoria,
donde nació, a mediados del siglo XVII, esta hermandad trianera de la
“Borriquita” que, según el historiador Bermejo, aprobó sus Reglas en 1666. Dos
años después se fusionaba con la hermandad de San Sebastián, que volvió a
arrastrar lánguida y tibia existencia, ocupando su capilla, que estaba situada
al fondo del templo, del lado del Evangelio y debajo del coro; en su altar, de dos cuerpos, el principal
exponía a la veneración de los fieles las imágenes titulares de Jesús Entrante
en Jerusalén y María Santísima del Desamparo. Y en el cuerpo superior, la
imagen de San Sebastián asaeteado.
Supone Bermejo que esta cofradía de la Entrada
Triunfante en Jerusalén haría estación de penitencia al templo de Santa Ana,
como todas las del arrabal trianero, y que la efectuaría el Domingo de Ramos,
al igual que lo hacía y lo sigue haciendo la sevillana del gremio de medidores
de la Alhóndiga, Sagrada Entrada en Jerusalén, pues no figuraba consignada en el llamamiento que se hacía el Martes
Santo, para que efectuaran su estación todas las cofradías sevillanas en el,
entonces, triduo sacro procesional, formado por Miércoles, Jueves y Viernes
Santos, pues el Sábado ya se consideraba glorioso.
Entre los escasísimos datos existentes de esta hermandad trianera, pues
los de fuentes anteriores a Bermejo los recoge este paciente historiador de las
“Glorias Religiosas de Sevilla” y las posteriores a 1882, en su mayoría beben
del citado estudio, hay constancia de haber efectuado su estación en
diversos años de la segunda mitad del siglo XVIII, hasta el de 1787, que fue la
última vez que consta haberla hecho. Si a partir de este año dejo de
efectuarla, nunca llegaría a hacer estación a la Catedral, pues la primera que se arriesgó a cruzar el peligroso, por
inestable, puente de barcas, en meses
tan lluviosos y, por ende, de río tan crecido y caudaloso, como marzo o abril,
fue, como es bien notorio y aún quedan muestras gráficas de ello la Hermandad
de Nuestra Señora de la O.
Con la destrucción del convento de la
Victoria durante la invasión francesa, se perdieron sus pasos y el misterio de
la Entrada Triunfante de Jesucristo en Jerusalén, salvándose sólo las imágenes
que, en la exclaustración de 1835 hubo que trasladarlas al templo conventual de
Los Remedios, en el que no pudo recuperarse, hasta que desaparecieron del mismo
a causa de la Revolución de septiembre de 1868, no existiendo noticia del
paradero de sus imágenes y enseres. Así, pues,
desde 1666, año en que le fueron aprobadas sus Reglas, existían en
Sevilla dos hermandades de la Entrada en Jerusalén, la sevillana y la trianera,
que estuvieron haciendo estación, simultáneamente, aunque sin encontrarse,
porque el río las separaba, hasta 1787. Tal coincidencia es sumamente curiosa,
porque ¿Cómo recibiría la churumbelería de las cavas trianeras a su
“Borriquita”?
Julio Martínez Velasco